¿Por qué no mola lo que
mola?
Diatribas de un
docente cansado
Llevo un tiempo viendo en redes
sociales una serie de vídeos que, auspiciados por un banco, nos muestran a personas
diferentes conferenciando con un tono amable y sentido sobre su experiencia
íntima siempre en relación con la educación, en un entorno amistoso y propicio
a la escucha y donde todo parece reforzar una imagen positiva de la labor
docente.
En principio, todo bien, nada que
objetar, y sin embargo, algo me removía al ver a ese maestro al que escuchaba
el otro día contar cómo de quien había aprendido más era de sus estudiantes, o
una psicóloga que nos hablaba del sentido de camino en el proceso por el que un
niño o una niña progresan…
Sí, sí. Todo bien, hasta que el otro
día le tocó el turno a un cantante que defendía el valor de la educación
musical y lo necesario que es que chicos y chicas toquen instrumentos, o
canten, o experimenten la sorprendente luz de la polifonía vivida desde dentro.
Y es que todo eso es cierto, pero yo me iba encendiendo más y más y no sabía
por qué. Y el caso es que el tenor ponente acaba provocando que su auditorio entone
un acorde mayor en el que todos los participantes se ven envueltos por esa
armonía perfecta y en el summum del
éxtasis, termina diciendo: “¡A que mola!”
Mola…
Salvo cuando ves el logo que anima
ese vídeo y recuerdas que, cuando el BBVA ha pensado en hacer una campaña en centros educativos, donde ha
puesto el dinero es en un programa para formar a educadores en educación financiera para que éstos a su
vez enseñen a sus alumnos que lo importante es hacerse un plan de pensiones y que
la mejor forma de estudiar una carrera es pedir un crédito cuanto antes y así
tenerlos cogidos por las pelotas (perdón, esto último creo que no va en las
lecciones).
Queda muy chula una campaña así, en
la que sólo te gastas cuatro duros en colocar bien al ponente en una sala a su vez chula con un público súper chulo.
Pero no habrá dinero para que los chicos canten o toquen instrumentos (mejor
poner esa inversión en la educación financiera), no habrá campañas para que las
personas encargadas de la gestión educativa se replanteen sus decisiones, no
habrá siquiera músicos de carne y hueso que toquen la música que acompaña la
cortinilla del espacio publicitario.
Mola…
Salvo cuando piensas que en un
centro educativo te enfrentarás al diseño de itinerarios de bachillerato y casi
todo se reducirá a hablar de lo que pondera o deja de ponderar. Ítem más: discutiremos lo importante que
es que tengamos una asignatura de profundización en matemáticas (y no, por
cierto, para que sepan más matemáticas,
sino para que estén mejor preparados para la prueba esa que tanto ‘ponderará’
su vida).
Es súper chulo apoyar una campaña
así, pero no mancharse los dedos apostando por la educación artística y
corriendo riesgos, no vaya a ser que nuestros chicos y chicas estén peor
preparados (¿preparados para…?)
Mola…
Salvo cuando tienes una reunión con
las familias de tu curso de secundaria y planteas una pregunta directa:
¿cuántos de ustedes disuadirían a sus hijos o hijas de desarrollar en los
tiempos que corren una carrera profesional artística? La sonrisa nerviosa y el
silencio por respuesta son de lo más elocuente.
Es estupendo aplaudir al tenor que
nos invita al otro lado de una pantalla a que todos cantemos, pero no lo es
tanto sufrir las notas desafinadas del día a día y los tropiezos de una vida
que seguramente no será sinfónica.
Mola…
Salvo que esta campaña sirva sólo
para que encauces tu malestar a través de la empatía que tan fenomenal se han
trabajado con los personajes que nos hablan y, por esas artes que nuestra mente
maneja tan bien, pienses que ya has hecho todo lo que tenías que hacer y que en
el fondo tú estás con la educación musical o artística (o con la educación en
general), y que claro que te preocupa, y que haces lo que puedes…
Es muy bonito ponerle un like por doquier y dejar tu sello de compromiso. Es menos bonito
llevar propuestas a un ministerio, cuando sabes que quedarán bajo el montón de
ponderantes y de importancias extremas; es menos chulo plantarse a las puertas
de un consejero que no recibirá a las marías;
y es muy cansado luchar contra una sociedad que, además, cree que está haciendo
algo y, mientras es hábilmente manipulada, te dice que te brinda todo su apoyo.
Mola… o a lo mejor no tanto.
vale. j c
p j -
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